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Hubo superhéroes españoles, pero ya no están. Tuvieron su propia personalidad y bebían más de la influencia del folletín de aventuras europeo que de los pijamas y los poderes extraordinarios de sus primos de EEUU. Pero la globalización y el éxito imparable de estos últimos acabó por imponerse, pese a los muchos intentos de unos héroes 100% ibéricos. Es la tésis de Pedro Porcel en su 'Superhombres ibéricos', editado por De Ponent, un repaso de más de 100 años de ficción hispana que reivindica ese legado pop y al mismo tiempo lo da por enterrado.

Los superhéroes son un género que se asocia a Estados Unidos y cuya fecha de nacimiento es la de la primera aparición de Superman, en 1938, pero Porcel defiende que el origen está en el folletín europeo del siglo XIX, y que por eso mismo se puede defender que los superhéroes españoles son anteriores al mismísimo Hombre de Acero.

"La figura del ser humano dotado de poderes extraordinarios, sea por medio de la ciencia, sea gracias a un entrenamiento y unas dotes excepcionales, nace en la ficción europea", explica a EL MUNDO, y "concretamente en las novelas por entregas", donde aparecerían los franceses Zigomar y Fantomas. De ellos es heredero Mack-Wan, el primer superhéroe español, creado por el escritor Canellas Casals en los años 30 del pasado siglo.

Mack-Wan, casi diez años antes que Superman "ejerce de justiciero surcando los cielos de la ciudad y sorteando alegremente las balas gracias a sus inventos. Va disfrazado, dispone de un joven ayudante, burla a enemigos y policías por igual... es un superhéroe con todas las de la ley, más incluso que el americano Doc Savage, en este sentido más emparentado con Batman", defiende el autor valenciano.

Eso sí, esta generación de superhombres "tiene modos y aspiraciones más modestas que las de sus colegas del otro lado del océano. Los superhombres ibéricos rara vez enfrentan peligros colosales, de aquellos de los que depende el destino del mundo. Los nuestros son más de detener contrabandistas, secuestradores y en general malhechores de menor entidad. Además, los medios en que aparecían aquellos primeros superhombres carecían de la espectacularidad, los colorines, la calidad de impresión... que caracterizan los 'comic-books' 'made in USA'. Sus creadores, que casi siempre desconocían por completo las ficciones yanquis, se inspiraban más bien en el universo del folletín y el serial cinematográfico, a la vuelta de la esquina en los kioscos y salas de cualquier ciudad española".

La posguerra trajo versiones apócrifas de superhéroes americanos como Superman o Batman y en los 60 las primeras publicaciones de los héroes Marvel, en ediciones que alteraban colores o montaje de viñetas de manos de la editorial Vértice. Aunque en los 50 el tebeo de aventuras autóctono sigue siendo el rey, Porcel señala que "los primeros superhombres ibéricos llamados a conocer un éxito masivo serán personajes más o menos paródicos: Super Pumby, de José Sanchis, o el famoso Superlópez de Jan. Ambos reproducen el esquema y los modos de la historieta de superhéroes, por mucho que disfracen sus hazañas con humor. En este sentido más que parodias son aproximaciones al género, desde un punto de vista más amable que descreído".

El cambio lo señala Porcel en los 90, con aquél intento de la editorial Forum de crear una línea de cómic-book nacional, donde autores como Rafael Marín, Carlos Pacheco y Rafa Fonteriz parieron a Iberia Inc., un grupo de superhéroes español al estilo de Los Vengadores o La Liga de la Justicia. Para Porcel, si producciones de este tipo no han podido destronar a los personajes de Marvel o DC es "debido al apoyo masivo del que gozan éstos, en forma de merchandising, películas y demás".
En su opinión, "las formas, e incluso en muchos casos los autores, son exactamente las mismas. Precisamente esa es la mayor diferencia con los superhombres ibéricos de antaño: que los nacidos a partir de Iberia Inc. en el nuevo siglo son perfectamente intercambiables en cuanto a su concepción, realización, grafismo, etcétera, con los norteamericanos. Los Mack-Wan y compañía se inspiraban en otra clase de referentes, como señalaba antes; los de ahora beben directamente de las fuentes de la cultura global impuesta por la industria de Estados Unidos.

La conclusión, más que triste, es realista "a estas alturas de siglo, después de casi cien años de superhombres ibéricos, estos se han mimetizado a la perfección con los modelos americanos. Dibujo, argumentos, formas, modos... son idénticos. Son superhéroes ortodoxos, universales, hijos de una cultura global que uniformiza inevitablemente sus frutos. Para bien o para mal a finales del siglo XX el superhombre ibérico desaparece y muere como tal".

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