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En La maravillosa vida breve de Óscar Wao (Mondadori), entronizada recientemente por los críticos como la novela más importante del Siglo XXI en una votación organizada por BBC Culture, el Premio Pulitzer Junot Díaz escribe: “¿Realmente quieres saber qué se siente al ser un X-Man? Solo tienes que ser un empollón de color en un gueto estadounidense contemporáneo. Mamma mia! Es como tener unas alas de murciélago o un par de tentáculos creciéndote en el pecho”.

Ese personaje, un nerd dominicano de Nueva Jersey, un amante de los tebeos y de la ciencia ficción para el que “levantarse a una jeva” es precisamente eso: ciencia ficción, encuentra el consuelo a sus humillaciones en esos “muchachos vainas raras y defectuosos, pero con grandes poderes”. La novela se publicó en 2007, pero esa empatía por el diferente la llevaban sintiendo los adolescentes desde el primer número de la Patrulla-X, firmado por Jack Kirby y Stan Lee en 1963.

Alpha Decay, que ya editó en 2013 Batman en la periferia, se atreve ahora con una antología que intenta retratar al grupo de mutantes que ha servido como faro a desarrapados y acomplejados. Que intenta resolver todo lo que esconde la incógnita de la X en función de género, generación o raza.

Los protagonistas Hijos del átomo. Once visiones sobre la Patrulla-X luchan contra pulsiones secretas y poderes que los separan de la humanidad. Pero lo hacen con métodos y propósitos distintos. Si el Profesor Xavier quiere que el Homo Superior conviva con el Homo Sapiens, Magneto desea que estos mutantes se impongan por medio de la violencia. Por eso, no pocos han comparado a estos líderes con los afroamericanos (cuya lucha estaba en llamas cuando la saga emprendió su vuelo) Martin Luther King y Malcolm X.

La Patrulla-X apela más a lo conflictivo que a lo ejemplar y a la marginalidad más que a la idealización. Por eso, como destaca Servando Rocha, el discurso funciona con otras minorías: “Puede plantear a Kitty Pryde como judía, para que se dé un claro paralelismo entre la persecución antisemita y el acoso antimutante”.

Desde ese primer número en el que Cíclope, El Ángel, La Bestia, el Hombre de Hielo y la Chica Maravillosa hacían prácticas en la Sala de Peligro, la orla de la Academia de jóvenes talentos del Profesor X, ese telépata en silla de ruedas, sirvió de ejemplo para los adolescentes de una época también mutante, en plena escalada de lucha por los derechos civiles y con la juventud como nueva clase social.

Nada es blanco o negro en el universo X. Porque es a todo color, pero también porque plantea novedades como las que detalla Jordi Costa: “Desvelar la sombra latente en el superhéroe y activar la humanidad falible del supervillano a través del trauma, el sentido de culpa y la duda”.

Magneto fue ese niño que creció en un campo de exterminio nazi y es un malvado operístico amaneradamente camp. Lobezno, ese tipo dominado por lo irracional que aparecería en 1974 con “su look desaliñado y bestial” es, según Gerardo Vilches, el gran antihéroe porque vive en la paradoja de haber encontrado algo por lo que merece la pena vivir, pero tener que desenvainar sus garras de adamantium para defenderlo. Mística, que puede adoptar la forma que quiera, que podría ser “lesbiana, bisexual o transgénero”, brinda a Eloy Fernández Porta la posibilidad de analizarla desde la teoría de género.

Todo ese universo alegórico, revitalizado con valentía por firmas como Chris Claremont o Grant Morrison, se ha leído como mitología pop durante décadas. Así lo cuentan Óscar Broc, Raimon Fonseca, Unai Velasco, Juan Trejo o Albert Fernández. Aunque el texto que cierra el libro, de Octavio Botana, explica cómo las investigaciones de un tal John Craig Venter ya han logrado que todo esto pertenezca más a la biología sintética que a la ciencia-ficción. La Patrulla-X podría dominar la Tierra definitivamente.

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