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Es uno de esos personajes tangenciales de la historia. Uno de los que se mueven en las sombras, que nunca alcanzan ningún poder pero sí que ejercen una gran influencia en el momento que les tocó vivir. Se trata de Simón Radowitzky, al que el historietista e ilustrador Agustín Comotto (Buenos Aires, 1968) llama simplemente «155» en el título de este formidable cómic que publica editorial Nórdica Libros.

Este es el número por el que se le conocía en la prisión de Ushuaia, en Tierra del Fuergo (Argentina), donde permaneció 22 años de internamiento, torturas y encierros en la llamada «heladera». No le podían matar, porque era un personaje relevante cuyo nombre salía en los periódicos gracias a una admiradora adinerada que luchaba por su libertad, pero sí podía recibir la ira de los guardias y del director de la cárcel por ese mismo motivo. Se encontraba allí por el asesinato del coronel Ramón Lorenzo Falcón, quien había ordenado a las tropas de infantería y caballería la represión de una manifestación, el 1 de mayo de 1909, en la Plaza Lorea de Buenos Aires, que dejó ocho muertos y más de cuarenta heridos. A Radowitzky le salvó de la pena de muerte su partida de nacimiento, presentada por un primo suyo, en la que se demostraba que era menor de edad.

La historia que nos presenta Comotto comienza en la cárcel, pero este es solo un capítulo más de su desdichada historia. Mediante el uso de flashbacks novs vamos enterando de la infancia de Radowitzky, en Ucrania, cuando los cosacos acosaban a los judíos, como lo era su familia, con la aquiescencia del Zar. Sobrevive a los progromos, y empieza a trabajar desde que era un niño en diferentes oficios, y en las fábricas empieza a tomar contacto con la ideología anarquista y vive su primera historia de amor.

Tras su salida de la cárcel, bajo la condición de que se marchara de Argentina, llega a España para luchar en la Guerra Civil. Hasta tal grado llega su compromiso por la causa que no se permitía un descanso. Allí será perseguido, como tal anarquista, tanto por las tropas nacionales como por los comunistas. Para retratar toda esta aventura, que es la de buena parte del siglo XX, Comotto utiliza un estilo crudo pero no exento de poesía, en el que predomina el blanco y negro con detalles en color que acentúan el dramatismo de lo relatado. Todo el libro pone de manifiesto la heroica resistencia de un hombre y su fidelidad a unos ideales.

Agustín Comotto ha ilustrado en Nórdica «La muerte de Iván Ilich», «Veinte mil leguas de viaje submarino», «La maravillosa historia de Peter Schlemihl» y «La caída de la casa Usher».

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