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'El cómic está lleno de heroínas, aunque hay personajes femeninos que no usan superpoderes para superar a sus previsibles adversarios, como ocurre en La historia de mis tetas (Reservoir Books), Amarga Rusia (Norma) o Las emocionantes aventuras de Lovelace y Babbage (Editorial UOC), tres obras protagonizadas por mujeres con los pies en el suelo.

'La historia de mis tetas'
Si la historietista norteamericana Jennifer Hayden quería llamar la atención con el título de su primera novela gráfica larga lo ha conseguido: La historia de mis tetas (Reservoir Books) es un intenso relato autobiográfico sobre la importancia que estos apéndices han tenido en su vida, primero como obsesión por su tamaño cuando era una adolescente, y ya, de adulta, por la aparición de un cáncer que le obligó a extirparse los pechos.

Hayden narra con humor, toques surrealistas y ciertas pinceladas de terapia de autopsicoanálisis, el shock que sufrió cuando, con 43 años, le diagnosticaron cáncer de mama, el mismo que había sufrido su madre, otra superviviente como la propia Jennifer, con la que la autora había tenido siempre una relación afectiva complicada.

El ansia de supervivencia, la importancia del apoyo de su marido y de la familia para poder afrontar el día a día, la muerte de otras mujeres cercanas por la misma enfermedad, las recaídas anímicas... Hayden no parece olvidarse de nada en esta novela gráfica elegida por The New York Times entre las mejores de 2015.



'Las emocionantes aventuras de Lovelace y Babbage'

La animadora canadiense Sydney Padua -con la reciente versión de El libro de la selva de Disney a sus espaldas- sabía muy poco de la figura de Ada Lovelace cuando una amiga le propuso hacer un cómic para internet sobre esta matemática victoriana hija de Lord Byron, para muchos madre de la informática moderna gracias a los trabajos teóricos que realizó junto a su colega Charles Babbage (quien como hombre logró un trato más generoso en los libros de historia).

El personaje le resultó tan apasionante, explica Padua, que se dedicó a investigar a fondo sobre una joven que, con el apoyo de su madre, que la apartó del ambiente poético romántico, rompió los miriñaques que enconsertaban a las mujeres de la época al preferir la ciencia teórica y los números al punto de cruz y al piano al que por origen social y género estaba abocada.

Las emocionantes aventuras de Lovelace y Babbage (Editorial UOC) es una divertida -y densa- aproximación en forma de novela gráfica a los trabajos de esta pareja de matemáticos, con material inédito encontrado por la autora en su rastreo, al que aporta además una trama de ficción sobre el desarrollo de la llamada "máquina de las diferencias", ingenio que la pareja no llegó a ver realmente materializado, aunque Padua se tome aquí esa licencia.

"Después de leer tanto sobre ella sigue siendo un personaje misterioso y complejo, no la conozco realmente", reconoce la autora sobre la única hija legítima de Byron, a la que se atribuye la autoría en 1843 del primer programa informático completo de la historia, antes de morir a los 37 años.

La obra ha recibido el Premio Neumann de la Sociedad Británica de Historia de las Matemáticas y ha sido nominada a dos premios Eisner (los Oscar del cómic) como mejor álbum gráfico y mejor artista, un hito al tratarse de una primera novela.

La traducción española ha sido iniciativa del departamento de Estudios de Informática de la Universitat Oberta de Catalunya, deseosos de promover vocaciones femeninas en el ámbito de las TIC, donde las mujeres cuentan con pocos referentes de su género.



'Amarga Rusia'

El argumento de Amarga Rusia (Norma) resulta por su parte más tristemente verosímil, y, de hecho, se trata de una ficción basada en hechos reales: una madre coraje rusa dispuesta a lo que sea para recuperar a su hijo retenido por un grupo insurgente en Chechenia.

La obra de la pareja francesa formada por el guionista Aurelién Docoudray y la dibujante Anior -que se publica aquí en edición integral- acompaña en este viaje a Katerina Kitaev, una frágil mujer sin recursos enfrentada al silencio administrativo de la estructura militar de su país, para quien su hijo Volodia es una simple ficha.

Tras leer en un periódico que el líder checheno que lo tiene retenido anuncia que dejará libres a los soldados rusos si son sus propias madres las que vienen a por ellos, la decisión está tomada.

Docoudray y Anior componen la crónica de un viaje de toques clásicos, una odisea a la inversa, un fresco en gama de grises sobre el enquistado conflicto en Chechenia en el que ya no queda mucho espacio para el matiz o el segundo pensamiento, sepultados bajo el ruido de las explosiones y las balas de los francotiradores.

Sin embargo, y a pesar de la atracción abisal hacia la desesperanza de los habitantes de este helado paisaje humano con los que acaba conviviendo, Katerina logra mantener su sentido práctico de la vida, una obcecación por la dignidad que le mantiene a flote, convertida en símbolo para otras madres de la Plaza Roja de Moscú.

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