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Nació de una gitana y un marinero de Cornualles, lo que otorgó a Corto Maltés un espíritu aventurero que lo llevó por todos lados: desde la Europa de la Primera Guerra Mundial a buscar tesoros en Patagonia. Valerian es un agente que viaja por el espacio y el tiempo acompañado de una socia de temperamento irascible. Juntos enfrentan enemigos que atentan contra su imperio. Y el más conocido es Astérix, un pequeño galo de blonda cabellera que con su pequeña aldea de díscolos rústicos resiste, ahora y siempre, al invasor romano.

Todos son héroes atípicos y protagonistas de cómicos europeos, cuyo contenido y forma difieren del tradicional cómic book estadounidense y que se enfoca más en el trabajo de autor. “Allí lo que interesa es el arco argumental, la historia completa, más que sacar continuamente nuevas aventuras de un personaje.

No es que no hayan series de larga duración —algunas llevan publicándose más de 50 años— pero éstas no dependen de los mandatos editoriales”, explica Francisco Leñero, responsable de la biblioteca C+C Espacio, que tiene una gran colección de este tipo.

A diferencia de lo que ocurre con el cómic mainstream de Estados Unidos, el autor de una historia europea mantiene control sobre sus creaciones. Si algún otro artista es contratado para crear nuevos volúmenes, tiene que tener la aprobación del creador.

Eso es lo que ocurrió con Astérix el galo. Creada en 1959 por el guionista René Goscinny y el dibujante Albert Uderzo, la serie continúa en el siglo XXI con Jean-Yves Ferry (guionista) y Didier Conrad (ilustrador). Corto Maltes, la obra más conocida de Hugo Pratt, vivió en 2015 otra aventura de manos de los españoles Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero. Esta característica hace que los tomos que se publican, conocidos como álbumes, muy rara vez presenten una historia incompleta.

Y estas historias dieron el paso lógico a la pantalla grande. Astérix  tiene nueve adaptaciones animadas y cuatro de acción real; Tintín cuenta con una veintena de filmes y este año se espera el estreno de la película dirigida por Luc Beson de Valerian y la ciudad de los mil planetas, creada por Pierre Christin.Incluso en las décadas en las que los cómics eran un bien escaso en Bolivia, más allá de Marvel y DC, los álbumes europeos eran conocidos en el país, especialmente Tintín y Asterix. Esto se debe a que, según explica Leñero, Latinoamérica tiene una relación muy especial con el noveno arte europeo. “Muchos de los autores de la región han trabajado siguiendo los conceptos del otro lado del Atlántico. Y varios artistas argentinos y chilenos han recalado en obras europeas”.

Francisco Solano López, Eduardo Risso, Carlos Trillo y Alejandro Jodorowsky son algunos de los latinoamericanos que se han dado a conocer en álbumes que remiten a Europa. De hecho, Jodorowsky trabajó con algunos de los grandes del viejo continente: con Moebius produjo El Incal; con  O.G. Boiscommun Pietrolino; La casta de los metabarones fue resultado de la alianza con Juan Giménez, y con el maestro del arte erótico Milo Manara publicó Los Borgia.

Por otro lado, autores como Pratt y Manara han trabajado en Argentina y Chile. “Pratt fue responsable de establecer la línea argentina durante los años que trabajó en ese país con personas como Solano López, José Luis Salinas, José Muñoz y Héctor Germán Oesterheld”, agregó Leñero.

Todos ellos títulos que se pueden encontrar ahora en Bolivia gracias a los esfuerzos de La Viñeteca, Yachaywasi y otras librerías especializadas del país. No resultan publicaciones baratas, ya que son en formato prestige y con tapa dura, pero ofrecen una interesante alternativa a la interminable lucha de los superhéroes.

Los dibujos pasan al cine

Hay otro mundo en el cómic más allá de los superhéroes. Y eso lo saben los lectores de las novelas gráficas, acostumbrados a leer viñetas dedicadas a biografías, historia del día a día, la ciencia ficción, el drama o la vida misma de su autor. Poco a poco, el cine ha ido recolectando entre este género en crecimiento argumentos y personajes para películas totalmente alejadas de los seres voladores que salvan la Tierra.

El último ejemplo en la cartelera española es la francesa Rosalie Blum, con la que Julian Rappeneau ha adaptado los tres volúmenes que conforman la obra homónima de Camille Jourdy. En Francia, gracias a la fuerza editorial y cultural que allí posee el mundo del cómic, el cine lleva años realizando estas adaptaciones, e incluso una de ellas, La vida de Adéle, de Abdellatif Kechiche, ganó la Palma de Oro de Cannes.

Y hay muchos más ejemplos, gracias a que el material primigenio desborda interés: en tiempos de sagas, secuelas y remakes, estas adaptaciones superan con mucho el nivel de calidad de sus correligionarias en pantalla.

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