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Morir y resucitar es una constante en el cómic, un arte que ha conocido varias existencias tormentosas y alguna que otra muerte trágica. Con más de cincuenta años en sus lomos, Mort Cinder, una de las más brillantes obras maestras de la historieta, renace ahora para cumplir con su alícuota parte de responsabilidad en el fenómeno. Y lo hace, como saben los más talluditos adeptos al tebeo, contando las aventuras del anticuario Ezra Winston y el extraño personaje que da nombre al relato: alguien que por una misteriosa razón no explicada lleva viviendo, muriendo y resucitando desde tiempos inmemoriales. Este regreso a la vida lleva el sello de Astiberri y la firma de los dos monstruos del género con epicentro en Argentina que crearon Mort Cinder: el guionista Héctor G. Oesterheld y el dibujante Alberto Breccia, ambos ya fallecidos pero renacidos, como su personaje, con esta reedición que ha buscado material debajo de las piedras en su empeño por reunir en un mismo volumen las entregas publicadas entre 1962 y 1964 en la revista Misterix.

Abrumadora mezcla de genios, este título clave de la historia del tebeo combina la inventiva de Oesterheld, a quien Hugo Pratt consideraba el más grande escritor de historietas que había encontrado y «el maestro del relato», con el estilo de un dibujante acerca del cual otro mito, Frank Miller, llegó a decir que en el mundo del cómic «con Breccia empezó todo». El libro presenta al anticuario Ezra Winston, que vive en su bruma de artilugios y enseres de otros tiempos, en cuyo camino se cruza el misterioso Mort Cinder. Este acaba trabajando con el anciano en su tienda de antigüedades, ayudándolo a clasificar piezas que bien conoce él por haberlas visto en vidas anteriores: en la construcción de la torre de Babel, en un barco negrero, en la batalla de las Termópilas...

Oesterheld fue asesinado en 1977 con sus cuatro hijas por la dictadura argentina; Breccia se puede decir que murió con los pinceles en la mano allá por 1993. Las mejores palabras sobre ambos las escribe Juan Díaz Canales, guionista galardonado con el Premio Nacional del Cómic, en el prólogo de esta edición especial de Astiberri. Sobre el autor de la historia recuerda, además del compromiso político que le costó la vida, «una enorme personalidad y un talento literario» con los que forjó relatos colosales, caso de El Eternauta. De Alberto Breccia afirma que pocos autores han manejado la luz con su maestría y que solo él supo combinar con tan artística precisión «un grafismo realista y una puesta en escena expresionista». Breccia era un buscador «desaforado» de nuevas técnicas y materiales, y utilizaba para sus viñetas «desde los tradicionales pinceles y plumillas hasta un catálogo interminable de utensilios inverosímiles mojados en tinta, como cuchillas, palillos, dedos, trapos, goteros, cepillos». El resultado de esa aleación de talentos: un cómic al que más de cincuenta años no han logrado envejecer ni matar.

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