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Pertenecen al siglo XIX y, a pesar de estar perfectamente documentados, han dado lugar a tantos libros, películas y comics que han alterado sustancialmente su realidad que, aún hoy, determinados acontecimientos de la Historia reciente siguen en el estante de lo mal contado. Así, el oeste americano es el gran escenario donde bandidos, indios, el séptimo de caballería (pareciera que la caballería sólo contó con un séptimo regimiento), cazarrecompensas, mineros a la búsqueda de oro o las estrellas de plata prendidas de las solapas de sheriffs y marshalls han creado un imaginario que, ahora ya no tanto, mostró durante décadas una visión pseudoromántica, claro, con poco que ver respecto a lo que ocurría por aquellas tierras áridas aunque fueran verdes.

Seguramente, los más jóvenes del lugar ni siquiera habrán oído hablar de la Agencia Pinkerton. Los autores que la citaban a menudo, cada cual en su soporte artístico preferido, ya no son referentes en las nuevas generaciones, pero no hace tanto se conocían bien, y no eran cualquier cosa, sino un referente moral y de justicia en un far west donde el buen y rápido uso del revólver era más poderoso que cualquier argumento. En efecto, la gran y primera agencia de detectives norteamericana, repleta de hombres valerosos capaces de plantar cara a Jesse James o de evitar un atentado al mismo presidente Abraham Lincoln, resultaba un lugar para la esperanza, hasta el punto de haber llegado hasta nuestros días.
La leyenda ayudó sin duda a su fundador, el escocés Allan Pinkerton y a su creación, porque la realidad es que dicha organización, a medida que fue creciendo en importancia y número, se manejaba en los despachos de Washington con la misma habilidad con que traspasaba la Ley en el curso de las misiones que emprendía; sus efectivos se reclutaban entre ex delincuentes y, si llegaba a ser preciso, entre aquellos que aún lo eran. Hablar de agencia de detectives ya implicaba, por otra parte, métodos de infiltración o encubrimiento que, siendo aplicables a los Pinkerton, no desentonaban con homicidios, ocultación de pruebas o invención de las mismas, chantajes, extorsiones... al parecer el auténtico western.

En cuatro capítulos
Y ese es el que intento que aborda el guionista Rémi Guérin (12 de octubre de 1979, Francia), lector desde niño de 'Spirou' o 'Asterix', años después de 'Lanfeust de Troy' y 'Largo Winch' y que, finalmente, tras estudios artísticos e intereses centrados en el cine, aterriza en la bande dessinée interesado, como ocurre al otro lado de los Pirineos de forma recurrente, con la Historia. Una aventura para la que contará con el dibujante Sébastien Damour (19 de julio de 1972, La Roche-sur-Yon, Francia), autor que creció apegado a la facultad de Artes Plásticas de Burdeos con el objetivo de llegar a ser profesor de dibujo. A pesar de ello, en 1994, aprovechando el Salón de Angoulême, presentó un proyecto cyberpunk que sería el principio de una larga carrera en la que mostraría sus preferencias hacia la ciencia ficción, las megalópolis y futuros distópicos. Nada que ver con el salvaje oeste, desde luego, al que llega en 2013 y en que se queda hasta 2016.

Esos años permiten la publicación de cuatro álbumes: 'Dossier Jesse James 1875', 'Dossier Abraham Lincoln 1861', 'Dossier matanza de Antietam 1862', 'Dossier Allan Pinkerton 1884'. Cuatro de los episodios que, de una forma u otra, más definieron a la agencia en su forma de actuar, tanto en los despachos como fuera de ellos. Y los autores no pierden el tiempo: el libro arranca con la caza de los temidos hermanos James, y de qué forma. La solución narrativa implica que el lector debe subirse a toda velocidad al tren que ya en la página uno avanza a velocidad de descarrilamiento. Los acontecimientos se precipitan sin que Guérin y Damour ofrezcan explicaciones y la pólvora haga su trabajo. Para cuando acabe el episodio, cualquier atisbo de aquel romanticismo habrá quedado en el cubo de las buenas intenciones. La agencia Pinkerton en estado puro.

La segunda entrega, y el integral de Yermo contiene las cuatro publicadas, con lo que el público tendrá a su disposición la propuesta global de los artistas, se centra en el supuesto desmantelamiento del atentado que el futuro presidente Lincoln iba a sufrir, y adopta otro ritmo más pausado, probablemente conteniendo la esencia de la obra. Conocimiento histórico, diálogos ajustados, técnica con los lápices de un Damour académico, en absoluto dado a experimentaciones de ningún tipo. Gusta reconocer escenarios, y comprobar que la caracterización de los personajes se aleja mucho del glamour más remoto, considerando que, Allan Pinkerton, muchacho crecido en las capas humildes de la sociedad, tonelero de profesión, llegó a abrazar el liberalismo más conservador, infiltrando a sus hombres en las organizaciones obreras para acabar con ellas.

'Pinkerton' aborda, en consecuencia, otro episodio mal contado del far west para llevarlo hacia la verdad. Desmitificar siempre resulta higiénico cuando el objeto de la loa no era precisamente admirable, así que bienvenidos a territorio comanche, a las emboscadas más cruentas y los Colt siempre humeantes. Y cuidado con los Pinkerton.

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