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Todos los capítulos de Mercy on me, el cómic sobre Nick Cave que ahora publica en España ECC Cómics, toman su título de alguna canción del inmenso catálogo del músico y escritor australiano. En el primero, The Hammer Song aparece un chico que quiere abandonar su hogar, que le parece un desierto en todos los sentidos, para recorrer el mundo. Es un personaje de ficción surgido de la imaginación de Cave pero en el que se encuentra perfectamente reflejada la adolescencia del artista, en la pequeña localidad de Warracknabeal, bajo una educación marcada por el carácter religioso de sus padres.


En aquellos años, el joven Nick Cave se miraba en el espejo y soñaba primero con ser el capitán de un barco pirata y luego con ser una estrella del rock. Ambas cosas las ha conseguido. En sus mejores tiempos, su banda, The Bad Seeds, parecía un escuadron de bucaneros (por su look y por su manera de comportarse sobre el escenario) que enfrentaban de una manera salvaje la performance musical en directo. Y él es ahora mismo una de la grandes (y últimas) estrellas del rock. Un frontman capaz de soportar el peso de un show solo sentado a su piano o contoneándose frente a grandes audiencias con sus músicos atronando a sus espaldas.

En Mercy on me la vida y la obra de Nick Cave se van entretejiendo de forma libre y sin previo aviso. Además de The Hammer Song, los capítulos hacen referencia a Red Right Hands, espectacular despliegue de imaginación creativa por parte del escritor del libro sobre la letra de Cave; The Mercy Seat, uno de los temas más íntimos del compositor, una reflexión sobre la muerte, la culpa y la redención; o Where the Wild Roses Grow, una historia sobre la tragedia de Elisa Day, una balada sobre un asesinato (incluída en el disco Murder Ballads) que escenificaron a dúo Kilye Minogue y Nick Cave que entonces, a finales de los noventa, eran pareja sentimental.

El cómic también cuenta otras historias de amor que marcaron profundamente la vida y la obra del músico. La primera con la cantante Anita Lane, australiana como él, que le acompañó en sus primeros viajes a Europa y que le llevó de la mano a pisar por primera vez las clínicas de desintoxicación. Porque Nick Cave había empezado a consumir heroína prácticamente desde que se instaló en Melbourne y formó su primera banda. Y también aparece PJ Harvey, con la que cantó a dúo Henry Lee en el mismo disco que aparecía Minogue, a la que el guionista del cómic presenta como "una artista capaz de romperle el corazón a alguien como tú". Hay heridas que no cura ni el paso del tiempo.

El libro también retrata, aunque de manera algo desenfocada, sin restar ni un ápice de protagonismo a un Nick Cave al que precisamente no le falta ego, a los compañeros de viaje de Nick Cave durante estos últimos cuarenta años. Desde la fundación de su primera banda en 1977, The Boys Next Door, donde ya estaban Mick Harvey, que luego sería una mala semilla, o Rowland S. Howard, un músico esencial en los comienzos de su carrera con el que acabó enfrentado. Demasiado talento junto, demasiada tensión y muchas drogas.

La siguiente reencarnación musical de Cave fue The Birthday Party, banda con la que dio el salto a Londres, en pleno fervor de la cultura punk; y, posteriormente a Berlín, donde Cave y Harvey entraron en contacto con la escena underground de una ciudad divivida en dos y con la escena más arty de toda Europa. Allí conocieron a Blixa Bargeld, líder de Einstürzende Neubauten, una banda que fascinó al australiano por su forma de llevar hasta el extremo su visión de la música en directo. Con esa fijación de no estancarse y de ser cada vez más radical fundó The Bad Seeds, grupo al que Blixa Bargeld se unió pronto como guitarrista. Un músico al que el cómic sí que presta algo más de atención. No había más remedio, dada la influencia del alemán en el paso hacia la vanguardia siempre fue la fijación de Cave.

A partir de ese retrato de los inicios, Reinhard Kleist despliega un relato poblado de fantasmas que derivan de una obsesión por la muerte y de musas esquivas con el creador, que se recluye durante semanas y semanas en su casa y, casi al borde del delirio y la paranoia, consigue terminar su novela Y el asno vio al ángel. Quedan fuera del relato las experiencias de Cave como guionista cinematográfico, aunque su vida parece contada como una película, y también la tragedia familiar sufrida hace unos años. Pero, a cambio, aparece Robert Johnson. El músico que le vendió el alma al diablo no podía faltar en la vida de un personaje obsesionado por la tensión entre el mal y el bien.

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